
Hace treinta y dos años que la Constitución y la llamada Transición española dieron por oficialmente liquidado aquel período, pero a pesar de eso sus ecos todavía no se han extinguido. No se han apagado las esperanzas de regeneración de la vida pública española que suscitó el régimen republicano. No han muerto los deseos de justicia social que llevaron a centenares de miles de mujeres y de hombres a luchar en el frente por la República.
No hemos querido ni sabido consolar el llanto de las victimas de la represión. Más aún frente al legítimo deseo de reivindicar la memoria y enterrar a los suyos de manera digna de muchos de sus familiares primero opusimos el silencio y el desprecio; luego la desidia; finalmente este puede ser el único país democrático del mundo que condene a un jueces que pretenden investigar los crímenes de la dictadura mientras los verdugos siguen impunes.
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